Tirando de tu ritmo
Aún así, los problemas con la comida tarde en la noche se extienden mucho más allá de lo que las personas eligen comer antes de acostarse.
La investigación en animales de la Universidad de Northwestern sugiere que comer de noche puede generar un aumento de peso, incluso si no se ingiere el exceso de calorías. Los investigadores afirman que esto se debe a que comer de noche puede interferir con los ritmos circadianos del cuerpo.
Por ejemplo, la insulina, la hormona responsable de llevar el azúcar en su sangre a las células de su cuerpo para obtener combustible, corre junto con su reloj circadiano. Por lo tanto, en la noche (cuando su cuerpo piensa que debe estar dormido y en ayunas), las células de su cuerpo se vuelven más resistentes a la hormona, según un estudio con animales de 2013 en Current Biology. Eso significa que comer grandes comidas durante la noche puede causar niveles especialmente altos de azúcar en la sangre y, con el tiempo, acumulación de grasa, resistencia a la insulina y diabetes tipo 2.
Además, comer justo antes de acostarse puede interrumpir su sueño para hacer que los antojos del día siguiente sean inevitables desde el punto de vista biológico.
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Comer, especialmente una comida grande, a altas horas de la noche también aumenta su riesgo de acidez estomacal. “El reflujo esofágico comúnmente ocurre cuando nuestros estómagos están llenos y nos acostamos, lo que permite que el contenido del estómago refluya hacia el esófago, causando molestias y afectando el sueño”, dice Cederquist.
También señala que en pacientes que tienen disfunción metabólica (común en personas con sobrepeso) y comen comidas altas en carbohidratos antes de acostarse, los niveles de azúcar en la sangre se sumergen durante la noche. “Esta hipoglucemia despierta a las personas desde el sueño y hace que sea difícil volver a dormirse después, lo que altera los patrones normales de sueño”, dice.
Después de una mala noche de sueño, los niveles de hormonas desencadenantes del apetito del cuerpo aumentan, mientras que las hormonas que rompen el apetito disminuyen, según un estudio de 2013 en The Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias. Los cuerpos de las personas se vuelven resistentes a los efectos de la insulina, lo que aumenta el riesgo de acumulación de grasa, obesidad y diabetes tipo 2. Por lo tanto, un metaanálisis publicado en Sleep que estudió a 634,511 personas en todo el mundo descubrió que aquellos que frecuentemente pierden el sueño sufren aumento de peso y obesidad.