Un libro de referencia interesante es “Mismatch” de Peter Gluckman y Mark Hanson. Para darle una breve vista previa, Mismatch habla sobre el aparente “desajuste” entre nuestros cuerpos y el medio ambiente debido al advenimiento de la tecnología y la forma en que hemos manipulado nuestro entorno (como el aumento en las alergias debido al exceso de sanidad).
El capítulo al que me refiero del libro es el capítulo 7. Aquí, Gluckman y Hanson hablan sobre el útero y los ambientes tempranos de la vida. Los resultados muestran que “los primeros eventos en la vida temprana que implican cambios en la nutrición tienen consecuencias a largo plazo porque la plasticidad del desarrollo y las respuestas predictivas pueden conducir a cambios permanentes en el control metabólico”.
Lo que esto significa es que el desarrollo en el útero se basa en lo que Gluckman y Hanson llaman “medidas predictivas”. Si la madre está bien alimentada, entonces el niño sabe que estará bien alimentado y, por lo tanto, no necesita comer cantidades masivas de alimentos después de que nazca. Por el contrario, los niños desnutridos comerán más cuando puedan porque sus cuerpos los han sintonizado con la idea de que la comida no siempre estará disponible, por lo que deben comer cuando puedan.
Por lo tanto, la genética tiene en cuenta esta ecuación porque los genes que controlan cuánto consumimos y cuán eficientes son nuestros metabolismos están en pleno contacto con los trastornos alimentarios en el momento en que nacemos. Si el niño fue criado en el útero en estado desnutrido, es más probable que consuma más y tenga un metabolismo menos activo para poder mantener lo que ya ha consumido. Esto podría conducir a la obesidad .
Por otro lado, los niños criados en ambientes de alto contenido nutritivo no sienten la necesidad de consumir todo el tiempo, y esto podría llevar a la anorexia .
Pero lo que es más interesante, como dicen Gluckman y Hanson, son las personas que se criaron en entornos ricos pero que nacieron en un ambiente pobre . Los datos, como afirma Gluckman, muestran que situaciones como esta pueden tener “graves consecuencias”. Por lo tanto, tenemos niños que piensan que no necesitan comer mucho, y sus cuerpos procesan la comida rápidamente, pero como no pueden acceder a la comida, terminan muriendo de hambre.
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De nuevo, estas son todas deducciones basadas en la investigación. Debido a que comer es difícil de identificar en un solo gen, aún no se ha encontrado la verdadera relación.