Almorzar como un príncipe y comer como un mendigo realmente podría ser la clave para mantener el equilibrio.
La investigación ha demostrado que la capacidad del cuerpo para utilizar el azúcar en los alimentos fluctúa a lo largo del día, en sintonía con el reloj del propio cuerpo.
Y si el reloj del cuerpo está alterado, es fácil aumentar de peso.
Los investigadores de EE. UU. Estudiaron ratones pero creen que las personas podrían beneficiarse de programar sus comidas para estar a tono con el reloj de su cuerpo.
Esto significaría que el almuerzo será la comida más grande del día. La cena debe ser ligera y evitar los refrigerios después de la cena.
El profesor Carl Johnson, de la Universidad de Vanderbilt en Nashville, midió cuidadosamente los niveles de insulina, una hormona que desempeña un papel clave en la conversión del azúcar en nuestros alimentos en energía.
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El profesor descubrió que, en lugar de cantidades de insulina que permanecían relativamente constantes a lo largo del tiempo, había un patrón claro, ya que a los animales les resultaba más difícil tratar el azúcar cuando por lo general estaban dormidos.