La fructosa no puede ser metabolizada por el hígado y no por las células del cuerpo para producir energía para el cuerpo.
La fructosa adicional puede dañar el hígado y conduce a la resistencia a la insulina en el hígado, así como a la enfermedad del hígado graso.
La fructosa aumenta la producción de ácido úrico, que, en exceso, puede causar gota, cálculos renales y precipitar o agravar la hipertensión.
Las células cancerosas prosperan y proliferan muy bien con la fructosa como fuente de energía.