¿Es bueno usar suplementos?

La emoción sobre los suplementos

Hemos escuchado muchas noticias alentadoras sobre suplementos. Una serie de estudios aclamaron a la vitamina D como una posible defensa contra una larga lista de enfermedades, que incluyen cáncer, diabetes, depresión e incluso el resfriado común. Los ácidos grasos omega-3 han sido promocionados para evitar apoplejías y otros eventos cardiovasculares. Y antioxidantes como las vitaminas C y E y el beta caroteno fueron vistos como balas de plata prometedoras contra la enfermedad cardíaca, el cáncer e incluso la enfermedad de Alzheimer.

Esta es la gran advertencia: muchos de esos emocionantes estudios de suplementos fueron de observación: no probaron un suplemento particular contra un placebo (píldora inactiva) en un entorno controlado. Los resultados de ensayos controlados aleatorios más estrictos no han arrojado la misma buena noticia.

“A menudo, el entusiasmo por estas vitaminas y suplementos supera a la evidencia. Y cuando la evidencia rigurosa está disponible en ensayos controlados aleatorios, a menudo los resultados están en desacuerdo con los hallazgos de los estudios observacionales”, explica el Dr. JoAnn Manson, jefe de medicina preventiva. en el Brigham and Women’s Hospital, profesor de medicina en la Facultad de Medicina de Harvard, e investigador principal de un gran ensayo aleatorizado conocido como VITAL (Prueba de Vitamina D y Omega-3).

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Debido a que los estudios observacionales pueden no controlar completamente los factores dietéticos, los hábitos de ejercicio y otras variables, no pueden probar si el tratamiento es responsable de los beneficios para la salud. “Las personas que toman suplementos tienden a ser más conscientes de la salud, hacen más ejercicio, comen dietas más saludables y tienen toda una serie de factores de estilo de vida que pueden ser difíciles de controlar por completo en los modelos estadísticos”, dice el Dr. Manson.

Algunos suplementos que resultaron tener beneficios para la salud en estudios observacionales resultaron, con pruebas más rigurosas, no solo inefectivos sino también arriesgados. Inicialmente, se descubrió que la vitamina E, que inicialmente se pensaba que protegía el corazón, aumentaba el riesgo de derrames cerebrales. Una vez se creía que el ácido fólico y otras vitaminas B previenen enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares, hasta que estudios posteriores no solo no confirmaron ese beneficio, sino que generaron preocupaciones de que altas dosis de estos nutrientes podrían aumentar el riesgo de cáncer.