El estómago humano promedio puede manejar entre uno y un litro y medio de alimentos antes de tener la urgencia de volver a tirarlo, pero puede estirarse para acomodar cuatro veces más de lo necesario antes de que ocurra una ruptura.
Cuando ingiere una comida alta en grasas, azúcares e hidratos de carbono, su sistema nervioso parasimpático le dice a su cuerpo que reduzca la velocidad y se concentre en la digestión de los alimentos, causando que se sienta letárgico.
A medida que se digiere la comida, las células de su páncreas producen la hormona insulina, que a su vez conduce a un aumento en la melatonina y la serotonina, hormonas que lo hacen sentir adormecido y feliz. También puede tener dificultades para mantener los ojos abiertos gracias a un aumento en los niveles de glucosa de los alimentos que ha ingerido. Esto puede interferir con las neuronas en su cerebro que normalmente producen las proteínas orexina responsables de mantenerlo despierto y alerta.
