Si dejamos de comer pollo, ¿afectará realmente negativamente a nuestro sistema ecológico?

Los humanos comemos alrededor de 230 millones de toneladas de animales al año, el doble que hace 30 años. En su mayoría, criamos cuatro especies: pollos, vacas, ovejas y cerdos, todas las cuales necesitan grandes cantidades de alimentos y agua, emiten metano y otros gases de efecto invernadero y producen montañas de desechos físicos.

Pero, ¿cuánto estrés pone nuestra carne en los sistemas ecológicos? La respuesta es mucho, pero las cifras son imprecisas y controvertidas. En 2006, la ONU calculó que las emisiones combinadas del cambio climático de los animales criados para su carne eran aproximadamente el 18% del total mundial, más que los automóviles, aviones y todas las demás formas de transporte juntos.

Los autores del informe, llamado Livestock’s Long Shadow, no solo contaron el metano de los eructos, el ganado pedos, sino los gases liberados de los abonos que producen, el petróleo quemado llevando sus cadáveres a mercados a menudo a miles de millas de distancia, el electricidad necesaria para mantener fresca la carne, el gas utilizado para cocinarla, la energía necesaria para arar y cosechar los campos que cultivan los cultivos que los animales comen, incluso bombear el agua que necesita el ganado.

La cifra fue revisada al alza en 2009 por dos científicos del Banco Mundial a más del 51%, pero los intentos de tomar en cuenta totalmente el consumo de carne son condenados como simplistas. ¿Deberían los estudios haberse basado en granjas industriales gigantes de los Estados Unidos o en una cría más sostenible en Europa? ¿Debes incluir todas las emisiones de los bosques despejados? ¿Qué pasa con el fertilizante utilizado para cultivar los cultivos para alimentar a los animales, o las emisiones del acero necesarias para construir los barcos que transportan el ganado; o las emisiones “predeterminadas”: ¿los gases de efecto invernadero que liberarían las actividades sustitutivas para cultivar alimentos si abandonáramos la carne? ¿Y es justo contar los animales utilizados para múltiples propósitos, ya que en su mayoría se encuentran en países en desarrollo, desde el suministro de energía de tiro hasta el calzado de cuero o el transporte, y que solo se convierten en carne una vez que alcanzan el final de su vida económica?

Es una pesadilla contable, pero dependiendo de cómo se haga, la contribución del ganado al cambio climático puede calcularse tan solo en un 5-10% de las emisiones globales o hasta en un 50%. El año pasado, un informe de la Red de Investigación sobre el Clima Alimentario concluyó que el consumo de carne y lácteos del Reino Unido era responsable del 8% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero del país. Pero como sea que se cuente, la ganadería se ubica como una de las tres mayores fuentes de emisiones que cambian el clima y una de las mayores contribuyentes a la degradación ambiental.