La naturaleza de la enfermedad que le quita la vida a la persona: algunas enfermedades afectan la claridad mental más que otras, por ejemplo, aquellas que afectan fisiológicamente al cerebro (demencias, cánceres cerebrales y cánceres que se metastizan en el cerebro, insuficiencia hepática, etc.).
El grado de dolor y el grado y tipo de medicamento para el dolor o sedación que se está administrando.
La interferencia de las tecnologías médicas y los tratamientos que disminuyen la claridad mental o la capacidad de la persona para comunicarse e interactuar, incluso si su función mental permanece clara.
El entorno: los pacientes que se cuidan en unidades de cuidados intensivos durante un período de tiempo a menudo experimentan una “psicosis en la UCI” como resultado de la privación sensorial y la desorientación del entorno: no poder distinguir la noche del día, el ruido implacable de varios las máquinas, el bullicio del personal, la manipulación física frecuente requerida por el equipo o la administración de medicamentos, etc. Los pacientes atendidos en el hogar o en un entorno menos intensivo desde el punto de vista médico tienen más probabilidades de ser mentalmente claros.
Y, supongo, las cualidades y los hábitos personales, como la práctica prolongada con claridad intencional o la práctica espiritual, podrían ayudar si otros factores no son completamente abrumadores.