La mayoría de las latas de refrescos están hechas de acero, aunque algunas son de aluminio. Con toda probabilidad, habrá corrosión de la lata permitiendo que algunos de los contenidos ácidos se filtren en el recipiente. El agua se vuelve más ácida y luego acelera la oxidación y la filtración. El hierro se convertirá en óxido de hierro III, que no tiene integridad estructural y la bebida se derramará en el recipiente.
Otra posibilidad es que el agua se evaporará, el recipiente terminará seco y la oxidación se producirá más lentamente.
Otra posibilidad es que un niño agarre la lata del cuenco, la abra y beba.
Pero lo peor que podría pasar es que me multarían por tirar basura dejando un tazón y una lata en la calle.