Cuando dormimos, nuestro índice de flujo de saliva es bastante menor que cuando estamos despiertos. Por esta razón, las bacterias en nuestra cavidad oral se vuelven más activas.
Crecen y se multiplican fácilmente con menos flujo de saliva.
Debido a estas acciones bacterianas, sumadas a la mayor liberación de toxinas durante el sueño, contribuyen al mal olor después de despertarnos.
Se puede reducir cepillando dos veces al día (mañana después de despertarnos, y antes de acostarnos), usando hilo dental regularmente y usando enjuagues bucales intermitentemente según lo prescrito por el dentista.