Hígado de vaca No soporto olerlo. Se remonta a mi infancia. Cuando era niño, mi mamá o papá lo cocinaban. Lo mordía, pretendía tragarlo y lo escupía despreocupadamente en una servilleta o en mi camiseta. Como ya no soy más un niño, he tenido la suerte de que a las personas que me invitan a cenar tampoco les guste. Aparte del hígado, comeré casi cualquier cosa. Intento evitar comer rojo tanto como sea posible.
Oh, yo no como puerco, pero la gente con la que ando, lo sé, así que eso no causa ningún problema. La mayoría de mis amigos sí.