Fat shaming debería seguir siendo inaceptable. Es acoso y acoso infantil y no logra nada.
Lo que debemos eliminar es la cultura de la victimización, donde cualquier uso de los “obesos” se considera intimidación, acoso y vergüenza. Los profesionales de la salud deberían poder hablar sobre el problema de salud que supone la obesidad sin que se los llame para avergonzarlos. Se debe permitir que los medios hablen del hecho de que la obesidad es una de las principales razones por las cuales la generación actual puede tener una peor salud y una menor esperanza de vida que la generación de sus padres sin ser acusada de vergüenza.
La obesidad mata. Arruina tu cuerpo. Se desgasta las articulaciones. Te hace menos fértil y aumenta el riesgo para tu feto. Aumenta el riesgo de muchos cánceres. Aumenta el riesgo de coágulos, enfermedades cardíacas y diabetes. Si su IMC es mayor de 30, es muy probable que sea obeso. Declarar cualquiera de esas cosas no me convierte en un gran avergonzante, pero si yo, como futuro profesional de la salud, tengo, o temo, que me llamen así si hablo sobre el tema en el entorno apropiado, todos pierden. Si los medios de comunicación están siendo silenciados y se evita que generen conciencia sobre un problema de salud importante que afecta a millones de personas, es un problema.
El peso de alguien generalmente no es de su incumbencia. Si tengo un paciente que busca mi consejo profesional con respecto a su salud, puedo plantear el problema; en otros casos, no es de mi incumbencia. Si alguien se está desbordando en su asiento, el derrame es el problema, no su peso. Abordar el problema en cuestión. No vayas a una diatriba.
La aceptación del cuerpo y hablar sobre los riesgos de la obesidad no son mutuamente excluyentes. Fat shaming no tiene lugar en la discusión civilizada.