Mi esposo fue diagnosticado con cáncer incurable en 2011.
Nuestra primera reacción fue la esperada, nos quedamos boquiabiertos, nos fuimos a casa y lloramos.
Había mucho con lo que lidiar, citas con el médico, problemas con el seguro, opciones de tratamiento …
Unos días más tarde, tuve una idea, siempre nos encantó viajar y lo habíamos hecho extensamente. Así que sugerí que nos fuéramos a algún lado. Hablamos con los médicos y dijeron que podíamos, durante una semana o dos antes de comenzar el tratamiento.
Decidimos ir a un lugar no demasiado lejos, vivíamos en Nueva York, así que fuimos a Santa Lucía. No sabíamos si ese sería nuestro último viaje (no lo era). Pasamos una semana y pasamos un tiempo tan maravilloso como pudimos bajo las circunstancias.
Regresamos de nuestra casa con mucha esperanza a pesar de lo que fue el veredicto en el que estábamos viviendo.
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