La clave es recordar que cada hábito tiene tres componentes: una señal (que es como un desencadenante para que comience un hábito), una rutina (que es el comportamiento en sí) y una recompensa (razón por la cual su cerebro aprende a hacer esto un comportamiento automático en primer lugar).
LA RECOMPENSA ES REALMENTE, REALMENTE IMPORTANTE
Las recompensas son la razón por la cual nuestros cerebros adoptan comportamientos incluso muy complejos y los hacen aparecer casi sin que pensemos en ellos. Pero las recompensas también son realmente complejas y difíciles de discernir. No está claro, a veces, qué recompensa está impulsando un patrón particular.
Tome mordeduras de uñas: a menudo, la señal para morderse las uñas es ansiedad o aburrimiento. Y luego la rutina nos muerde las uñas. Entonces, ¿cuál es la recompensa? Resulta que, a menudo, es ese dolor agudo, casi tan rápido que usted ni siquiera se da cuenta, lo que causa las picaduras de uñas. Ese dolor ocurre en la misma parte del cerebro donde a menudo reside la ansiedad o el aburrimiento, y la sensación de dolor abruma y elimina la tensión relacionada con la ansiedad o el aburrimiento.
En otras palabras, nuestro cerebro prefiere el dolor a la tensión, por lo que morderse las uñas se convierte en un hábito.
Probablemente no hayas adivinado que una sensación de dolor es la recompensa que obliga a un hábito de morderse las uñas, ¿verdad?
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A eso me refiero cuando digo que las recompensas son importantes, pero a veces difíciles de discernir. Para obtener más información sobre cómo pensar en esto (y cómo identificar las recompensas que son necesarias para entrenar a su cerebro a construir hábitos buenos y saludables, permítame recomendarle esto: Una guía para cambiar los hábitos – Charles Duhigg