Medicare tiene una variedad de inconvenientes: está sujeto a fraude y algunas veces requiere que los médicos y hospitales brinden servicios por debajo del costo, por nombrar algunos. Expandirlo universalmente hace que estos defectos sean más evidentes en sus consecuencias. Algunos argumentarán que sería la quiebra de partes de la industria de la atención médica (atención, no de seguro) y algunos médicos han dicho que preferirían cambiar de carrera que aceptar solo pacientes de Medicare. También sería el programa de atención médica más grande en la Tierra si cubriera a los 320 millones de estadounidenses.
Menos comúnmente citada es la ética de trabajo calvinista que informa las normas sociales estadounidenses: la idea de que el empleo remunerado es una obligación moral, y el incumplimiento de esa obligación hace que uno se merezca circunstancias desafiantes. Esa fuerte defensa de los deberes personales no se entiende ampliamente, pero ayuda a los estadounidenses a confiar en el seguro de salud proporcionado por el empleador más que, digamos, Europa.
Tal vez la importancia de estas preocupaciones es exagerada, pero la creencia en la importancia de estas preocupaciones definitivamente resta valor al apoyo democrático a las propuestas de Medicare para todos.