Físicamente, la morfina es el analgésico más potente que existe. Dado en dosis suficientes, aliviará incluso el dolor más severo. Reduce la presión arterial, por lo que se debe tener mucho cuidado al pasar de la posición horizontal a la vertical, por ejemplo, levantarse de la cama. También puede suprimir la respiración que conduce a la anoxia relativa y aumentar el riesgo de infección pulmonar como la neumonía, por ejemplo. Es fácilmente adictivo y los síntomas de abstinencia pueden ser graves.
Mentalmente, la morfina infunde un estado de sueño tranquilo eufórico en el que todo parece ir bien con el mundo y todos los problemas cesan. Es la droga ideal para ayudar a alguien a morir pacíficamente y, en este sentido, es, en mi opinión, tristemente infrautilizado.
