Sí .
Los efectos nocivos del alcohol en el sistema inmune están bien documentados, aunque intrincados e incompletamente entendidos, y eclipsados por las patologías clínicamente más obvias que afectan al hígado y al sistema nervioso.
El objetivo principal del sistema inmune es protegerse de sí mismo (por ejemplo, virus, bacterias, células cancerosas mutadas, etc.). Su efectividad depende del correcto funcionamiento e interacción entre muchos componentes. Estos últimos incluyen inmunidad innata que abarca defensas de barrera, fagocitosis, eicosanoides (por ejemplo, prostaglandinas que inducen vasodilatación), citoquinas (péptidos que señalan químicamente a otras células), células asesinas naturales que destruyen células dañadas, etc. La inmunidad adaptativa, por otro lado, se refiere a respuestas específicas de patógenos, tales como producción de anticuerpos por linfocitos de células B.
Se ha demostrado que tanto el consumo de alcohol agudo como el crónico interrumpen las barreras mucosas, afectan a la fagocitosis, agotan los linfocitos, alteran la “presentación del antígeno”, reducen la actividad de las células asesinas naturales, inducen un desequilibrio de citoquinas, etc.
Se sabe que el curso de la Tuberculosis es más agresivo en alcohólicos. Con respecto al “resfriado común”, la respuesta inmune se atenuará también, aunque probablemente no lo suficientemente grave como para conducir a una morbilidad extrema.
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