¿Por qué no nos ensordecemos cuando gritamos?

¿Por qué no nos ensordecemos cuando gritamos?

Porque la selección natural nunca se conformaría con una situación tan ridícula.

Mientras nos preparamos para hablar, nuestro cerebro envía comandos a los músculos pequeños en el oído medio para apretarlos. Esto endurece la cadena osicular y la membrana timpánica y da como resultado una disminución de la sensibilidad del sonido. Este es un reflejo involuntario, llamado reflejo acústico. Como consecuencia, hablar o gritar no causa daños a los oídos, a pesar de su extraordinaria sensibilidad.

Una buena solución de ingeniería para el problema.