La medicina nuclear implica la administración de sustancias radiactivas para el diagnóstico (más comúnmente) y el tratamiento (con menos frecuencia) de las enfermedades.
Los procedimientos de diagnóstico implican dosis muy pequeñas de sustancias radioactivas, y por lo tanto, por sí mismas no tienen efectos secundarios. De hecho, una de las condiciones previas para usar un “trazador” de diagnóstico es que no debe alterar la fisiología de ningún sistema orgánico. Las aplicaciones más comunes de los procedimientos de diagnóstico incluyen, entre otros, la evaluación de la función de la tiroides, los riñones, el corazón y la estadificación del cáncer. La medicina nuclear implica imágenes funcionales, lo que significa que la información obtenida nos dice cómo funcionan determinados órganos en lugar de cómo aparecen. Esto es posible porque cada vez que se administra una droga radiactiva, varios órganos compiten entre sí para extraerla (generalmente de la sangre), de la cual algunos la eliminan. Si la función de cualquier órgano está anormalmente alterada, extraerá más o menos droga en comparación con lo que se espera, y esto se realiza mediante escáneres, que generalmente muestran la distribución de varias drogas como una imagen (fija o en movimiento).
Los procedimientos terapéuticos por otro lado pueden tener efectos adversos a corto y largo plazo dependiendo del fármaco radiactivo administrado. Las aplicaciones comunes incluyen el tratamiento de tiroides hiperactiva, la ablación de tejido tiroideo que queda después de la cirugía en pacientes con cáncer de tiroides, el tratamiento de metástasis en cánceres neuroendocrino y de tiroides.