A los Estados Unidos en su Constitución se les garantiza el republicanismo como su forma de gobierno, una forma de gobierno radicalmente única en la que el pueblo es soberano. Esto le da un gran poder al sector privado, a las personas en su vida personal y comercial, ya la sociedad civil, las personas que se unen en la arena pública para abordar los males y las oportunidades percibidas de la sociedad. El tercer pilar, el sector público, el gobierno y las burocracias aliadas, es excepcionalmente soberano, pero existe con el poder de manejar tareas específicas.
En el gobierno republicano, la medicina y la atención médica casi siempre estarían en el sector privado con cuidado para los indigentes (y la educación) en la sociedad civil.
Los progresistas prefieren una socialdemocracia sobre el republicanismo, con el gobierno, en lugar del pueblo, soberano. Las personas se convierten en sujetos en lugar de ciudadanos plenamente empoderados, y en lugar de disfrutar de derechos inalienables, reciben privilegios (y deberes) del gobierno. En una democracia social, los privilegios normalmente se consideran el “derecho” a una atención médica gratuita o de muy bajo costo, el “derecho” a un “salario digno”, el “derecho” a un trabajo o, en su defecto, un ingreso.
Nunca he entendido por qué alguien preferiría tal forma de gobierno al republicanismo y, en cualquier caso, la socialdemocracia no puede existir en el marco de nuestra Constitución. Eso no impide que los progresistas lo intenten. Los progresistas de la primera ola a principios del siglo XX tuvieron éxito en reemplazar nuestro sistema de “pequeña escuela roja” con una escolarización obligatoria del sector público basada en el pernicioso esquema de Volkschule importado de Berlín. No lograron trasladar la medicina al sector público, pero eliminaron el aspecto de libre empresa y tomaron el control de la misma por cortesía del Informe Flexner.
Estos dos sectores afectados siguen siendo los más afectados. Ambos consumen grandes cantidades de dinero y energía, mientras que arrojan resultados inferiores. Sin embargo, los progresistas señalan el desorden que han creado como su razón para darles margen de maniobra para jugar con ellos aún más. Una mirada al desastre en el que se ha convertido nuestro sistema público de hospitales para veteranos debería ser toda la advertencia que alguien debe decir: “No, gracias. De ahora en adelante lo haremos de acuerdo con nuestra Constitución”.