Es mejor suponer que lo obtendrás al día siguiente y dejarás de masticarlo hoy. ¡Seriamente!
Básicamente, no existe una ‘regla’ generalizada que nos ayude a determinar dicha duración exacta. Muchos factores como la predisposición genética, la edad, las diferencias ambientales, los estilos de vida, los hábitos, el género, etc. contribuyen a las diferencias en la incidencia.
Una mirada más cercana a algunas etapas de desarrollo y cambios subyacentes en los tejidos, nos ayudará a entender esto.
Básicamente, el cáncer es un trastorno genético que implica alteraciones múltiples del genoma, que se acumulan progresivamente durante un período prolongado, cuyos efectos generales sobrepasan la capacidad reparadora inherente de la célula.
En el transcurso de su progresión, se producen cambios físicos visibles a nivel celular y al nivel de tejido resultante. El total de estas alteraciones físicas y morfológicas se designan como “cambios precancerosos”. Estos son relevantes para el diagnóstico precoz y la planificación del tratamiento adicional.
A nivel celular, inicialmente, hay una etapa de adaptación y daño celular reversible, que progresivamente se desliza a una etapa de daño celular irreversible, que se manifiesta como muerte celular o transformación neoplásica (hacia la formación de cáncer). Se dice que se cruza una línea misteriosa por la cual las células escapan de los controles homeostáticos normales y asumen la autonomía de una célula tumoral.
Por lo tanto, se observa que aunque no podemos determinar si se desarrollará o no un cáncer, o cuánto tardará en desarrollarse; seguramente podemos buscar algunos ‘signos’ que nos adviertan sobre un mayor riesgo de cáncer. Estos son, como se dijo antes, “cambios precancerosos”.
Para simplificar un poco, estas pueden ser algunas alteraciones morfológicas en los tejidos orales, como pocos parches rojos y blancos típicos o un estado generalizado, asociados con un riesgo significativamente mayor de cáncer.
Se proponen algunos modelos para la “estadificación” de lesiones premalignas a nivel molecular, histológico y clínico, lo que nos ayudará a comprender su probabilidad de progresar hacia el cáncer, como bajo riesgo, riesgo intermedio y alto riesgo. Pero esos modelos todavía están en desarrollo.
