La solución ideal sería una especie de interfaz cerebro-máquina que se adjuntaría a la persona a la que se diagnostica que la persona “encerrada” podría usar para comunicarse mediante una pantalla que conocían, pero inmóvil, y que utilizan para interactuar con su medio ambiente y otras personas.
Estos dispositivos están en desarrollo. Desafortunadamente, la generación actual de estos dispositivos requiere una capacitación intensiva, con la plena cooperación de la persona que está siendo entrenada para usarla, y mucha interacción para lograr que tanto la interfaz como el usuario acuerden (por falta de una palabra mejor) que cierta la actividad cerebral significa hacer “esto”. “Esto” puede ser cualquier cosa, desde mostrar una letra en una pantalla de visualización hasta mover una extremidad artificial hacia arriba …
No hay suficiente uniformidad en la actividad eléctrica del cerebro para decir que una señal significa algo determinado, lo que significa que una persona encerrada actualmente no podría usar una sin la capacidad de interactuar con los desarrolladores y programadores del dispositivo … y si podrían hacer eso, no estarían encerrados.
Debido a las variaciones de persona a persona en la actividad cerebral, actualmente no puede entrenar el dispositivo en una persona para su uso en otra persona. Eso podría cambiar a medida que mejoramos al medir la actividad cerebral y analizar las señales.