La gripe española mató entre 20 millones y 40 millones de personas en 1918-1919.
Eliminaría los barracones y dormitorios del ejército entero de personas que vivían en lugares cerrados.
A diferencia de la mayoría de las enfermedades infecciosas, que afectan desproporcionadamente a los jóvenes y los ancianos con sistemas inmunes menores, la gripe española también fue devastadora (tal vez más) para las personas en su mejor momento. Se extendió globalmente a lo largo de las rutas comerciales.
Aun así, la tasa de mortalidad en los países más afectados todavía era por lo general menos de 50 por cada 1.000.