A pesar de la negación de los agentes de bienes raíces y constructores, el síndrome de construcción de enfermos es real. Este síndrome abarca todas las sensibilidades humanas a los contaminantes interiores (como formaldehído, monóxido de carbono, radón), toxinas (moho negro, pesticidas, metales pesados) y radiación y campos electromagnéticos (fotoscopio anormal, campos electromagnéticos, electricidad “sucia”). Cada uno de estos puede medirse individualmente, pero la medición no evalúa su reactividad o sensibilidad a tales influencias. Para esto, le sugiero que use un enfoque canario en la mina, para medir longitudinalmente alguna medida fisiológica o psicológica de su salud, bienestar o rendimiento y ver si cambia al exponerse a su edificio, en comparación con el al aire libre. Esta podría ser la variabilidad del ritmo cardíaco, un correlato del tono vagal. O pueden ser patrones de pH de la orina, que reflejan el biorritmo y la inflamación. También podría considerar algún tipo de prueba cognitiva (tiempo de reacción, memoria, propiocepción, toma de decisiones o su arquitectura de sueño) o pruebas fisiológicas (fuerza y resistencia).
El buen beneficio lateral de este enfoque de autocuidado cuantificado es que le permite probar influencias adversas de otras cosas que no sean su espacio de vida o de trabajo. Alimentos, bebidas, influencias del estilo de vida, productos farmacéuticos, iluminación, dietas, ejercicios, prácticas meditativas, etc.
Hay mucho más trabajo por adelantado para establecer datos de referencia desde los que se puedan evaluar los cambios de funciones paso a paso con exposiciones, pero es educativo en varios niveles. Buena suerte.