Todos sabemos que es desagradable vivir con dolor. Lo que no sabemos, sin embargo, es cómo manejar nuestro dolor. Tratamos de evitar el dolor, pero no siempre lo hacemos de la manera más adecuada.
Hoy en día, sabemos que el cerebro produce muchos tipos de dolor, sin importar qué parte del cuerpo se lesione o qué tipo de dolor es. El cerebro es una recepción central que maneja el dolor.
El dolor puede ser agudo o crónico.
El dolor agudo se produce por daño a los tejidos y generalmente dura unas pocas semanas o incluso algunos meses. Este dolor se genera cuando te lastimas, como cuando tuerzas un pie. Por lo general, los médicos recomiendan que las personas se mantengan activas tanto como sea posible ya que el tiempo ayuda al proceso de curación.
Pero cuando el dolor continúa después de la curación, se vuelve persistente o crónica. El cerebro continúa produciendo dolor incluso cuando el cuerpo está curado. Entonces se convierte en un dolor mucho más complejo; la persona siente que no se ha recuperado aunque no haya explicaciones físicas para el dolor. La razón es que nuestro sistema nervioso altamente sensible continúa reaccionando.
A pesar de que uno se siente impotente ante el dolor, hay muchas cosas que se pueden hacer para combatirlo. La medicina tradicional indudablemente ayuda, pero no es la única opción. Hay muchos métodos que los médicos usan para reducir el dolor, desde la aplicación de hielo o calor, cremas corporales, terapia TENS, además de las inyecciones típicas, medicamentos y cirugía. Desafortunadamente, los narcóticos han demostrado ser dañinos debido al riesgo de volverse altamente adictivos.
Cuando el dolor es crónico, las opciones se vuelven limitadas. Sin embargo, todavía hay mucho que uno puede hacer. Esto no significa que el dolor no existe o que todo está en nuestra cabeza. Para aclarar, estamos hablando de un proceso neurológico que determina nuestras reacciones, pero cuyo mecanismo podemos aprender e influenciar para nuestro beneficio.
Necesitamos considerar el tipo de vida que vivimos. Muchos de nosotros pasamos la mayoría de nuestros días sentados en un vehículo, en una oficina o en casa. Esto ejerce una presión extraordinaria sobre nuestra espalda. Muchos otros permanecen de pie todo el día, abusando de las piernas que cuando éramos más jóvenes, no nos dimos cuenta de que eran maltratadas. Además, la vida moderna simplemente está llena de estrés. Las preocupaciones financieras y familiares, la falta de tiempo de ocio y un clima político volátil crean una mayor tensión en un cuerpo que necesita un descanso.
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