La necesidad de respirar es causada por una parte de su cerebro que es sensible a un aumento de CO2 en su sangre. En otras palabras, lo que te hace querer respirar no es la falta de oxígeno, sino el hecho de que no estás eliminando el CO2.
Esto puede ser peligroso en algunas situaciones. Por ejemplo, si caminas en una atmósfera que es poco oxigenada, no notarás ni sentirás la necesidad de respirar más, porque aún estás eliminando el exceso de CO2.
En cambio, simplemente te desmayarás, lo cual es malo en una atmósfera que no tiene suficiente oxígeno.