La determinación del error de refracción presupone que todas las externalidades son controladas o contabilizadas y que la medición puede ser similar a una medición física.
Es cierto que un autorrefractor puede producir un error de refracción que lee más rápido que un humano, pero la variabilidad de incluso 10 o incluso 20 lecturas es suficiente para que un promedio se tome generalmente para llegar a un solo número.
Por otro lado, a través de la experiencia o habilidad, un optometrista determina el error de refracción mediante el uso de un paradigma de prueba de intervalo que reduce gradualmente la lectura que se convierte en el error de refracción.
En el primero, es una medida física pero que requiere un promedio de una manera definida. En este último caso, se trata de una medición psicofísica en la que el optometrista y el paciente “están de acuerdo” en que un determinado punto final debe representar el error de refracción. El optometrista promedia estas lecturas en su cabeza y en un momento.
En resumen, la pregunta de precisión está relacionada con el contexto de la prueba y si la interacción humana está permitida. Ambas son buenas lecturas, pero una es más probable que sea más tolerable usar como gafas que la otra.